Rafael de Paula Carrasco (Jerez de la Frontera, 11 de febrero de 1936 – 2 de febrero de 2025) fue uno de los toreros más personales, artísticos y controvertidos de la historia del toreo. Ídolo de minorías fervorosas, su nombre está ligado para siempre al toreo eterno, inspirado en la pureza, el temple y la naturalidad.

Orígenes y alternativa:
Nacido en el barrio de Santiago de Jerez de la Frontera, creció en un ambiente flamenco que marcó su concepto taurino. Tomó la alternativa en 1960, apadrinado por Julio Aparicio y con Manolo Vázquez como testigo.

Un torero de inspiración:
Rafael de Paula no fue un torero regular ni estadístico. Su carrera estuvo marcada por largas ausencias, problemas personales y una exigencia artística extrema. Cuando se inspiraba, su toreo alcanzaba cotas sublimes, especialmente con el capote, instrumento con el que dejó páginas imborrables de verónicas lentísimas, cargadas de cadencia y abandono. Su muleta, más intermitente, también ofreció tardes de belleza inigualable, siempre bajo un concepto clásico: cite de frente, muñeca suelta y muletazos eternos.

Jerez y la Maestranza:
Fue torero de plazas concretas y públicos sensibles. En Plaza de Toros de la Maestranza protagonizó tardes históricas, especialmente en los años setenta, donde el público sevillano lo elevó a la categoría de mito viviente. En su Jerez natal fue venerado como un artista irrepetible, más allá de triunfos o trofeos.

Personalidad y legado:
Introvertido, bohemio y ajeno al sistema, Rafael de Paula representó el toreo como expresión artística, no como profesión mecánica. Su figura influyó decisivamente en toreros posteriores que entendieron el toreo desde la estética y la emoción, no desde la acumulación de números.

Rafael de Paula hoy es recordado como un genio imprevisible, un torero de culto, símbolo de que el toreo, cuando es verdad, puede rozar lo inmortal.

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